El Trastorno Dismórfico Corporal, también conocido como distorsión de la autoimagen, afecta a una población de más de 4 millones de personas sólo en Brasil. La prevalencia de este trastorno ha experimentado un aumento notable, atribuido en parte a la difusión de cuerpos irreales representados mediante el uso de filtros en las plataformas de redes sociales.

Cuando nos enfrentamos a nuestra imagen en el espejo, no sólo nos enfrentamos a la manifestación física, sino también a la representación que creamos de nosotros mismos. Sin embargo, esta reflexión muchas veces no traduce con exactitud la realidad; de hecho, es una construcción intrincada influenciada por una variedad de factores. Este fenómeno, conocido como distorsión de la autoimagen, trasciende la simple percepción de la reflexión, siendo una mezcla de experiencias pasadas, expectativas sociales, presiones culturales, el deseo de cuerpos perfectos como los que se ven en las redes sociales e, incluso, traumas personales que moldean nuestra autopercepción. .

En esta condición, la persona comienza a tener un enfoque obsesivo en características consideradas inapropiadas para su apariencia. En consecuencia, se pierde la capacidad de reconocer de forma realista la forma y la belleza reales de su cuerpo, por ejemplo.

Cada vez es más común en los consultorios médicos ver a pacientes jóvenes que utilizan fotografías y vídeos tomados de internet como referencia estética, especialmente cuando se trata de perder peso. La sociedad actual, con su énfasis en la apariencia y las incesantes comparaciones en las redes sociales, contribuye a intensificar esta distorsión, llevando a muchos a perseguir una imagen idealizada y a menudo inalcanzable. Como reflejo de esta distorsión de la imagen, podemos observar un aumento de casos de depresión, trastornos de ansiedad, trastornos alimentarios y conductas compulsivas.

Cómo cambiar la óptica

Reconocer la presencia de una distorsión de la propia imagen es el primer paso para cultivar una relación más sana con uno mismo. Esto implica cuestionar los mensajes negativos interiorizados, desafiar las normas impuestas y practicar la autoaceptación. El viaje hacia una autoimagen más realista y positiva implica un proceso continuo de reflexión, cuidado personal y compasión hacia uno mismo.

Al comprender que la imagen reflejada en el espejo va más allá de la suma de sus partes físicas, podemos cultivar una apreciación más auténtica de quiénes somos. La verdadera belleza reside en la singularidad de cada individuo, en el recorrido personal que esculpe a la persona reflejada en el espejo.

Por eso, que al mirarnos al espejo, no sólo contemplemos nuestra apariencia física, sino que también reconozcamos la complejidad de nuestro camino y la belleza única que reside en nuestras imperfecciones. En un mundo que muchas veces dicta cómo debemos vernos a nosotros mismos, descubrir la verdadera imagen de nosotros mismos es un acto de resistencia y amor propio.

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